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El tiempo de Adviento y Navidad

Las Antífonas “O”
Hemos entrado en los últimos días antes de la Navidad. De hecho, antiguamente, el tiempo de Adviento está dividido perfectamente en tres partes. En el tiempo antes de la fiesta de la Inmaculada Concepción, el tiempo de la Virgen (8-15 de diciembre), y el tiempo privilegiado (17-24 de diciembre).
Este tiempo privilegiado tiene unas características de gran antigüedad. La más notable de estas características es el canto de la noche, la Antífona “O”. Desde el 17 de diciembre cada antífona suplica la venida del Redentor por uno de sus títulos del antiguo testamento. Cada día entonces la Iglesia medita las prefiguraciones de Jesús, el Verbo Encarnado. Vamos a meditar cada una de estas como una forma de prepararnos para tan gran fiesta – en nacimiento del Creador hecho carne en medio de su creación.


O Sapientia
O Sapientia, quae ex ore Altisimi prodidisti, attingens a fine usque ad finem fortiter, suaviterque disponens omnia; Veni ad docendum nos ciam prudentiae.
O Sabiduría, que procedió de la boca del Altísimo, alcanzando de un extremo al otro fuertemente, y arreglando todo suavemente; Ven, y enséñanos el camino de la prudencia.

En este canto, se hace acordar del frase de Jesús, “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Jesús dijo esto, refutando a la primera tentación del diablo “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”.  La respuesta de Jesús no era solamente palabras de verdad pero también, se reveló algo importante de las profecías de Mesías que tenía que venir. El texto que cita Jesús es de Deuteronomio. Son palabras de Dios al pueblo elegido, así que no se olviden del Señor en medio de la vida feliz y prospera de la tierra santa.
Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que el Señor prometió con juramento a vuestros padres.  Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído el Señor, tú Dios, estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.  Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca del Señor vivirá el hombre. Tu vestido nunca se envejeció sobre ti, ni la pie se te ha hinchado en estos cuarenta años. Reconoce asimismo en tu corazón, que como castiga el hombre a su hijo, así el Señor, tu Dios te castiga. Guardarás, pues, los mandamientos del Señor, tu Dios, andando en sus caminos, y temiéndole. (Deut 8, 1-6)
Esto es lo que pasó con el Pueblo. Se olvidaron del Señor. No esperaban más en la salvación del Señor, sino se perdieron en los consuelos del mundo. La verdadera sabiduría es de esperar en el Señor, fortificado por su maná, el pan bajado del cielo, guardando sus mandamientos. Cuan fácil es de olvidar los mandamientos del Señor en medio de los afanes mundanos. Como antiguamente, el diablo confundió al Pueblo Elegido con los deleitas de la tierra, también nosotros modernos, aunque sellados con el imagen de Cristo, somos perdidos en el consumismo de Navidad y olvidamos las prácticas de piedad, arrepentirnos e ir a la santa Misa. Olvidamos, como los de Jerusalén, de salir al encuentro con el Señor en la humildad de Belén.
Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz; y el resto de sus hermanos se volverá con los hijos de Israel.   Y él estará, y apacentará con poder del Señor, con grandeza del nombre del Señor su Dios; y morarán seguros, porque ahora será engrandecido hasta los fines de la tierra. Y éste será nuestra paz… (Miq. 5, 2-5)
Del Mesías habló Solomon en el Libro de sabiduría “Sí, la sabiduría se extiende de un extremo al otro de la tierra, y en todas partes pone orden.”  Este texto es el fundamento de toda la antífona. Por eso pedimos de hacer como Solomon “Por eso decidí tomarla como compañera de mi vida: sabía que me aconsejaría en los momentos felices y me sostendría en las preocupaciones y en las penas.”. Así dice la antífona: “Ven, y enséñanos el camino de la prudencia.”

O Adonai
O Adonai, et dux domus Israel, qui Moysi in igne rubi apparuisti, et ei in Sina legem dedisti: Veni ad redimendum nos in brachio extento.
O Adonaí, y líder de la casa de Israel, que apareció en el fuego de la zarza ardiendo, le dio en Sinaí la ley: Ven para redimirnos con brazo extendido.

El centro de esta antífona es la imagen de la zarza ardiendo. El texto es de libro del Éxodo. El Señor, Adonaí (maestro o dueño, literalmente), dice:
“Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos.  El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son oprimidos por los egipcios. Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas" (Exo 3, 7-10)
Después, el Señor promete a su Pueblo:
“Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy el Señor; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes; y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy el Señor, vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto. Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. Yo el Señor. (Ex. 6, 6-8)
En el contexto de adviento, vemos la zarza ardiente que aparece en el desierto como una imagen del nacimiento del que ilumine la noche de esta vida. El desierto y la noche son los dos aptos símbolos de este mundo oscuro y sin fruto. También, la aparición de Dios en Sinaí es como el nacimiento de Jesús, que viene para darnos la nueva ley y una nueva alianza. Jesús nos redimió con sus brazos extendidos en la cruz, levantado en alto en el monte de Calvario, y con un corazón siempre ardiendo con amor para cada uno de nosotros.
Somos salvados entonces por el abrazo fuerte de Jesús. Así él nos enseña cómo ser sus discípulos: Abrazar la cruz de amor, subir en alto de la doctrina y práctica de la alianza nueva y eterna.

O Radix Iesse
O Radix Iesse, qui stas in signum populorum, super quem continebunt reges os suum, quem gentes deprecabuntur: veni ad liberandum nos, iam noli tardare.
O Raíz de Jesé, que está como signo para el pueblo, en frente del cual los reyes se detendrán la boca y las naciones implorar: Ven para librarnos, ¡no tarde más!

Es una profecía famosa, Isaías habla de un retoño que brota del raíz de Jesé. La profecía se refiere a Jesús, quien es el hijo de David. Jesé es el padre de David.
Saldrá una rama del tronco de Jesé y un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor -y lo inspirará el temor del Señor-. Él no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que oiga decir: juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de sus labios hará morir al malvado.  La justicia ceñirá su cintura y la fidelidad ceñirá sus caderas. (Isa 11: 1-5)
La profecía es bien conocida porque es la base de la invocación del Espíritu Santo en el rito de la Confirmación.  Es el lugar en la Biblia donde se encuentra a los siete dones del Espíritu Santo. Jesús, como hombre, era ungido por el Espíritu Santo, lleno de sus siete dones. Resulta que Jesús ve más allá de las apariencias y juzga rectamente. Así el Señor dijo de los otros hijos de Jesé. Eran grandes y poderosos a los ojos pero el Señor no juzga como el mundo.
Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante del Señor está su ungido. Y el Señor respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque el Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón. (1 Sam 16, 6-7)
Por este motivo, la antífona habla de que los reyes no van a hablar. El Señor resiste a los orgullosos como resistió al Rey Saúl y eligió a David. Pero las naciones, si, ellos van a abrir la boca en deprecación, en suplica. Y el Señor les escuchará. Así escuchamos en las lecturas durante Adviento:
Pues os digo, que Cristo Jesús vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres,  y para que los gentiles glorifiquen a Dios por su misericordia, como está escrito: Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles, Y cantaré a tu nombre. Y otra vez dice: Alegraos, gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los pueblos. Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él. Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Rom. 15, 8-13)
Es cierto entonces que por la ley de Moisés los Israelitas eran “justificados”, pero Jesús anuncia una salvación para todos especialmente los gentiles. Los de la nueva alianza son hijos de la misericordia, ellos quienes habitaban en tenieblas y en sombra de muerte como dijo Zacarías:
Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado; 
Porque irás delante de la presencia del Señor,
para preparar sus caminos;
Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, 
Para perdón de sus pecados, 
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, 
Con que nos visitó desde lo alto la aurora, 
Para dar luz a los que habitan en tinieblas
y en sombra de muerte; 
Para encaminar nuestros pies
por camino de paz.  (Luc. 1, 76-79)


O Clavis David

O Clavis David et sceptrum domus Israel, qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit; Veni, et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris, et umbra mortis.
O Llave de David y cetro de la casa de Israel, que abre, y nadie cierra; cierra y nadie abre; Ven y lleva el vinculado de la casa del cárcel, sedente en tinieblas, y en la sombra de la muerte.

Esta antífona sigue con el cantico de Zacarías en su petición de librarnos de la oscuridad y el poder de la muerte. Sin embargo, se usa otra imagen del antiguo testamento siempre con Isaías. En el contexto de la profecía, el Señor está enojado por el siervo injusto, Sebná, el mayordomo del palacio del Rey de Jerusalen. ¿Por qué está enojado? Sebná y los demás jefes del pueblo han olvidado su misión. En vez que cumplir el oficio del Señor, usan su autoridad por su propio beneficio. En vez que guiar el Pueblo en la senda del Señor, se dedica a la diversión. “En cambio, hay gozo y alegría, se matan bueyes y se degüellan ovejas, se come carne y se bebe vino: "¡Comamos y bebamos, porque mañana moriremos!".” (Isa 22, 13) Cuando el Señor viene de repente a su templo, no estarán listos. Sebná es una imagen del diablo que atrapa al pueblo en la diversión del pecado. Jesús viene para echarle y salvar su pueblo de las tinieblas del pecado. Por eso el Señor dice al Sebná:

Mira que el Señor te arroja de un solo golpe, hombre fuerte; te envuelve bien envuelto, te ata fuerte como un ovillo y te arroja como una bola a un país de vastas dimensiones. Allí morirás, y allí irán a parar los carruajes que eran tu gloria, ¡tú, deshonra de la casa de tu señor! Yo te derribaré de tu sitial y te destituiré de tu cargo. (Isa 17-19)

Pero viene ahora el salvador del pueblo, quien practicará justicia en frente del Señor:
Y aquel día, llamaré a mi servidor Eliaquím, hijo de Jilquías; lo vestiré con tu túnica, lo ceñiré con tu faja, pondré tus poderes en su mano, y él será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré sobre sus hombros la llave de la casa de David: lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá.  Lo clavaré como una estaca en un sitio firme, y será un trono de gloria para la casa de su padre. De él estará suspendida toda la gloria de la casa de su padre: retoños y gajos, todos los vasos pequeños, desde las tazas hasta las vasijas de todas clases. Aquel día -oráculo del Señor de los ejércitos- cederá la estaca clavada en un sitio firme, se quebrará, caerá, y la carga que estaba sobre ella será destruida, porque ha hablado el Señor. (Isa 22, 20-25)

Evidentemente, Eliakim, es una figura para Jesucristo. En modo particular, se refiere a su nacimiento porque es un nombre para un niño -o mejor bebé- y quiere decir literalmente “Dios crecerá”. El Niño del pesebre se manifestará al mundo como Dios cuando llegamos a la plenitud de los tiempos. El tendrá la llave de la casa. El será la puerta de la salvación. Allí vemos el misterio. La llave no se pondrá en las manos, sino por los hombros. La llave es la cruz, la carga de nuestros pecados. Este hombre, nuestro Salvador, será calvado en un sitio firme, y aquel sitio se convertirá en trono de misericordia. El libro de Apocalipsis hace explicito esta interpretación en la profecía de Filedelfia:

Escribe al Ángel de la Iglesia de Filadelfia: «El Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir, afirma: "Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre. Obligaré a los de la sinagoga de Satanás -que mienten, porque se llaman judíos y no lo son- a que se postren delante de ti y reconozcan que yo te he amado. Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra.  Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona. Haré que el vencedor sea una columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Y sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios -la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene de Dios- y también mi nombre nuevo".  El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias». (Apo 3, 7-13)

Jesús es el Santo, el que dice la verdad, él nos libra de la casa del diablo, que es cárcel. Él nos desata de nuestros pecados y sacándonos de “la casa del cárcel”, nos lleva a la Casa de David, la nueva Jerusalén, y nunca más saldremos de su Templo.




O Oriens

O Oriens, splendor lucis aeternae, et sol justitiae; veni et ilumina sedentes in tenebris, et umbra mortis.
O Este, Esplendor de luz eterna, y Sol de Justicia; Ven e ilumina los sedientes en la sombra de la muerte.

Jesús es nuestro Este, el esplendor de la luz eterna y el Sol de Justicia. El siendo Dios, es la más perfecta representación o imagen en el mundo visible. En la naturaleza, la cosa más como Cristo es el Sol. El sol fue creado para enséñanos de Jesús.  Así escuchamos del último de los profetas, Malaquías:

Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno; todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja; y los consumirá el Día que viene, dice el Señor Sebaot, hasta no dejarles raíz ni rama. Pero para vosotros, los que teméis mi Nombre, brillará el sol de justicia con la salud en sus rayos, y saldréis brincando como becerros bien cebados fuera del establo. Y pisotearéis a los impíos, porque serán ellos ceniza bajo la planta de vuestros pies, el día que yo preparo, dice el Señor Sebaot.  Acordaos de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible.  El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema. (Mal 3, 19-24)

El profeta usa la imagen de becerros, para los cristianos bañados en la salvación de los rayos del Sol. Nosotros somos llamados a salir de la cárcel y oscuridad, del establo al Esplendor de la Luz del Día que no conoce ocaso.


O Rex Gentium

O Rex Gentium, et desideratus earum, lapísque angularis, qui facis utraque unum; Veni, et salva hominem quem de limo formasti.
O Rey de los Gentiles, y su Deseo, piedra angular, que hace los dos en uno; Ven y salva al hombre que formaste del barro.

Esta antífona vuelve al principio, a la creación del hombre. El hombre fue creado “…con polvo del suelo,” y el Señor “insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.” (Gen 2, 7). En la creación, no hay distinción de raza o nación. El Señor ha creado el hombre uno y le ha plantado en “…un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.” (Gen 2, 8). Solo a causa del pecado, apareció separación entre los hombres. La separación más grande era entre el Pueblo de Dios y los Gentiles o Naciones. En el Redentor, se unió de nuevo los hijos de Adán. A ellos que no tenían esperanza, los Gentiles, vino Jesús el Nuevo Adán. Así dice el profeta Ageo hablando del nuevo templo de Jerusalén, pobre en comparación de lo de Salomón, pero grande por la salvación que verá:

No tengan miedo, porque mi espíritu está entre ustedes. Esto dice el Señor: «Dentro de muy poco tiempo sacudiré los cielos y la tierra, los mares y los continentes. Sacudiré a todas las naciones, y todos sus objetos preciosos vendrán a parar aquí, dice el Señor. ¡A mí el oro! ¡A mí la plata!, dice el Señor de los ejércitos. La fama de este templo será mucho mayor que la del anterior, y en este lugar yo entregaré la paz, dice el Señor de los Ejércitos.»

Así también dijo Jesús, “Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” Él puede hacer esto porque él es la piedra rechazada por los judíos, pero la piedra sobre el cual se ofreció el sacrificio de la nueva alianza – la piedra de Gólgota. Así dice el salmo:
Gracias te doy, porque me has respondido,
y has sido para mí la salvación.
La piedra que los constructores desecharon
en piedra angular se ha convertido;
Esta ha sido la obra del Señor,
una maravilla a nuestros ojos.
¡Este es el día que el señor ha hecho,
exultemos y gocémonos en él!
¡Ah, Señor, da la salvación!
¡Ah, Señor, da el éxito!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Desde la Casa del Señor os bendecimos.
El Señor es Dios, él nos ilumina.
¡Cerrad la procesión, ramos en mano,
hasta los cuernos del altar! (Sal 117, 21-27)

En la Ultima Cena, Jesús reza para que atreves de su pasión y cruz, la humanidad pueda ser una de nuevo:

No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. (Juan 17, 20-24)


O Emmanuel

O Emmanuel, Rex et Legifer noster, expectatio gentium et salvator earum; Veni ad salvandum nos, Domine Deus noster.
O Emanuel, Rey y Legislator nuestro, Expectación de las Gentiles y su Salvador; Ven para salvarnos, Señor nuestro Dios.

El título de Emanuel fue dado en una de las profecías más famosas del Redentor, la de Isaías:

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. (Isa 7,14)

San Mateo nos explica que Emanuel quiere decir, “Dios con nosotros” (Mat 1, 23). Jesús es nuestro Rey y Legislador. Es el que subió en la montaña de Galilea, que proclamó la nueva ley como Moisés subió en Sinaí para dar la ley antigua. Jesús fue nombrado Rey ya por el Profeta Zacarías (9,9). Que Jesús cumplió estas profecías fue confirmado por San Mateo:

Cuando se aproximaron a Jerusalén, al llegar a Betfagé, junto al monte de los Olivos, entonces envió Jesús a dos discípulos, diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y enseguida encontraréis un asna atada y un pollino con ella; desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, diréis: El Señor los necesita, pero enseguida los devolverá. Esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del profeta:
«Decid a la hija de Sión: He aquí que tu Rey viene a ti, manso y montado en un asno y un pollino, hijo de animal de yugo.»
Fueron, pues, los discípulos e hicieron como Jesús les había encargado: trajeron el asno y el pollino. Luego pusieron sobre ellos sus mantos, y él se sentó encima. La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!»

Y la salvación no es solamente para los Judíos, sino también los extranjeros de la alianza antigua:

Y a los hijos de los extranjeros que sigan a Jehová para servirle, y que amen el nombre de Jehová para ser sus siervos; a todos los que guarden el día de reposo para no profanarlo, y abracen mi pacto, yo los llevaré a mi santo monte, y los recrearé en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptos sobre mi altar; porque mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos. (Isa 56, 6-7)

Terminando las antífonas “O” el día 23 de diciembre, sale un código litúrgico. Con las primeras letras de los primeros títulos de Jesús, el Salvador, se escribe una frase en latín “ERO CRAS” es decir, “estoy mañana”. El día siguiente es el 24. En las vísperas de este día celebramos ya la Noche Buena. Por supuesto, se escribe por atrás:

S-apientia
A-donai
R-adix
C-lavis

O-riens
R-ex
E-mmanuel


Terminamos citando una antífona más: la “María O”. Se canta ocho días antes de la Navidad. Esta tradición es como la de celebrar la fiesta de la Adolorada el viernes, anterior del Viernes Santo.

¡O Virgen de Vírgenes! ¿Cómo será esto?
Pues ni antes fue visto semejante cosa ni será después.
Hijas de Jerusalén, ¿por qué me miran en admiración? L

o que vean es un misterio divino.

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