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Artículo de Mons. Dominic Carey

Si quieres celebrar bien…
… aprende de un presbítero docto.


Cuadro general

Quia res, quam tractaturi estis, satis periculosa est, filii dilectissimi, moneo vos, ut diligentur totius Missae ordinem, atque Hostiae consecrationem, ac fractionem, et communionem, ab aliis jam doctis Sacerdotibus discatis, priusquam ad celebrandum Missam accedatis.[1]

En el pontifical romano antiguo, la Iglesia advierte al nuevo sacerdote el fin de su ordenación que no es fácil (satis periculosa est) celebrar bien los sagrados misterios. Indica en su admonición unas cosas de importancia. En primer lugar la práctica de la celebración no se encuentra sencillamente o únicamente en libros. Al contrario, se aprende la justa celebración de la misa de otro sacerdote docto. Uno puede decir entonces es un arte no solo ciencia. Diciendo esto, no significa que no tiene ciencia, pero es más que una compilación matemática de rubricas secas. Hay una tradición que pasa tras las generaciones que no depende de lo escrito. Uno puede decir que las rubricas o instrucciones escritas dicen las cosas que uno debe hacer pero no siempre explica cómo y en qué manera. Todo lo que está escrito supone que todo lo que dice se ubica en el contexto de las instrucciones o disciplina del sacerdote maestro.


Ni es algo que depende del capricho de un solo sacerdote sino que, hablamos de las instrucciones aceptadas por todos los sacerdotes doctos (ab allis iam doctis sacerdotibus). Como doxa (gloria) para los griegos, no consiste en la opinión de uno solo sino que los hombres sabios colectivamente de cada generación así, la traditio de la práctica (praxis) de las ceremonias es algo común entre los doctos. La experiencia colectiva de la iglesia produce una costumbre santa que solo los temerarios romperían… Es el conocimiento que el nuevo sacerdote espera de sus sacerdotes doctos, que le abran los misterios de los misterios a él, así él no solamente lea; sino también entienda. “No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”[2]
Además, la monición nos indica que es también una ciencia exacta. La iglesia no quiere una celebración desprolija ni sin ninguna uniformidad. Es con una cierta reverencia, incluso temor que un sacerdote acede al altar. La iglesia exige una celebración justa y precisa. Cuidado a los sacerdotes que enseñan mal.

Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos.[3]

Ahora, todo eso no es de despreciar lo que de hecho está escrito. La verdad es que mucho de lo que comprende esta tradición celebrativa, sí está escrito, pero en varios lugares. Un sacerdote docto es uno que los conocen y lo ponen en práctica. Mas, si es sabio, él sabe llegar a una síntesis para nosotros hoy. El es en breve un hombre litúrgico. “Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos, es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas.[4]

La Instrucción General de Misal Romano (2002)

La Instrucción General de Misal Romano (IGMR) que acompaña la tercera edición del Misal Romano (2002), confirma estas verdades en varios modos. Por ejemplo, en las ediciones anteriores de la forma ordinaria (1969 y 1975) estaba las rúbricas siguientes:

…el ornamento del sacerdote es el alba, estola, y casulla.

En la sacristía, para las diversas formas de celebración, prepárense las vestiduras sagradas del sacerdote, del diácono y de los otros ministros: a) Para el sacerdote: el alba, la estola y la casulla o planeta…

Por otro lado, la Instrucción de 2002, añade:

Todos los que se revisten con alba, usarán cíngulo y amito, a no ser que por la forma del alba no se requieran.[5]

La iglesia en esto caso no quiere indicar un cambio del vestidura del sacerdote. Por una confusión que ella encuentra entre los sacerdotes, ella ve la necesidad de deletrear o ser mas explicita. Cuando uno lee alba entre las rubricas o instrucciones se debe entender con amito y cíngulo como fue siempre la práctica de la Iglesia Romana.

En un caso contrario, se ve que cuando la iglesia quiere cambiar o relajar una ley litúrgica, ella lo hace necesariamente bien claro. Así es el caso del velo del cáliz. Sabemos que el velo del cáliz no es obligatorio (como antes) por la instrucción que dice, el velo es loable.[6]

Para delinear bien este proceso sin ambigüedad, la instrucción nueva clarifica nuestra actitud por cuanto reguardan las leyes litúrgicas:

Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas.[7]


Praxis Tradicional del Rito Romano

Por lo tanto, las rúbricas que también necesita explicación por nuestra tradición que se encuentre en otras fuentes o lugares que el misal mismo. Habla de la “praxis tradicional del rito romano”. Esta praxis no es de los deseos actuales o inclinaciones personales sino lo que estaba anteriormente. La Iglesia de hecho, publicó el Ceremonial de los Obispos que tenemos en su última edición de 1990. Allí hay muchos detalles de las ceremonias y gestos del misal romano. Por ejemplo, en el misal muchas veces se encuentra la expresión de “juntar las manos” o “manos juntas”. Hay muchas maneras posibles de juntar las manos, pero no representan la praxis tradicional del rito romano. [8] En el ceremonial de los obispos, se explica muy bien:

Cuando se dice que las manos están juntas, se entiende: "tener ante el pecho las palmas extendidas, y al mismo tiempo juntas, el pulgar de la derecha sobre el de la izquierda puesto en forma de cruz" (Ceremonial de los Obispos, ed. 1886, I, Xl, 1).[9]

Esta cita es importante también porque no es una rúbrica nueva. El argumento por qué es la ley de mantener las manos así no es la autoridad del ceremonial actual sino que es la praxis tradicional del rito romano como se encuentre por escrito últimamente en el ceremonial de los obispos de 1886.[10]

Diciendo esto, hay en la historia de la iglesia, un ceremonial para los presbíteros. Se llama el ritus servandus que fue publicado para la primera vez en 1570. Su última edición era después el concilio vaticano II en 1966. Sin dudas, el ritus servandus representa la praxis tradicional del rito romano hablando específicamente de los presbíteros pero también, en lo que concierne, a los obispos.

En suma entonces, el sacerdote docto es precisamente alguien que conoce textualmente y por su propia experiencia o practica la praxis tradicional del rito romano que se encuentra, en general, en la Instrucción General del Misal Romano, el ceremonial de los obispos, y el ritus servandus para los presbíteros. Estos no son los únicos lugares de la práctica de una buena y digna celebración de los sagrados misterios, como veremos, pero sustancialmente todo se encuentra en el Misal y estos dos ceremoniales de la Iglesia Romana.

Finalmente, a la luz de numero 42 de la Instrucción General de Misal Romano, vemos que esta praxis tradicional no funciona en forma de consejo de un hermano sacerdote (sus “deseos” o “inclinaciones privadas”). La praxis tradicional hace parte ahora de la ley litúrgica como todas las rubricas y reglas del misal de la Iglesia.


La Reforma de la Reforma

La llamada reforma de la reforma es, seguramente, algo que toca el tema de la justa aplicación de las rubricas del misal especialmente a la luz 42 de la IGMR. Pero es también seguro que no puede ser limitada a esto, es decir a erradicar los abusos del rito. La nueva reforma habla de nuevos cambios que siguen la misma línea de la nueva instrucción del 2002 pero nacen de las experiencias (sea positivas, sea negativas) de la práctica de la reforma y también representan los estudios en todas las disciplinas eclesiásticas de un medio siglo.  
Un ejemplo del último seria la posición de la plegaria Eucarística II que entró al rito romano ordinario basado en múltiples errores en la ciencia litúrgica. La Plegaria Eucarística II fue elegida porque los científicos pensaban que el Canon de Hipólito (la base de la Plegaria Eucarística II) era una plegaria más antigua, más romana que el Canon Romano (básicamente la Plegaria Eucarística I) y que quizás representaba una tradición romana mas autentica. Sabemos ahora que es una afirmación falsa e in absoluta. No tiene ninguna asociación real con Hipólito ni con Roma ni más probablemente de Europa continental. No significa por supuesto que la reforma de la Reforma tiene como meta suprimir esta plegaria pero necesita repensar su uso como la plegaria principal o única como es en muchos lugares.  Otro cambio relacionado seria de reintroducir la oración de epíclesis, Veni Sanctificator, al rito del ofertorio. Si uno usa la Plegaria Eucarística I, no se menciona el Espíritu Santo ni una vez en la Liturgia de la Eucaristía. [11]

Mons. Dr. Dominic Carey
Diócesis de Ciudad del Este





[1] Pont. Rom. de la Forma Extraordinaria…
[2] Mat. 7,21
[3] Mat. 5,18-19
[4] Mat. 13,52.
[5] §119
[6] Es loable que se cubra el cáliz con un velo, que puede ser del color del día o de color blanco. §118.
[7] §42
[8] Por ejemplo, los oratorianos tienen una costumbre bien conocida de juntar las manos al contrario de la forma en el ceremonial de los obispos. Una agarra la otra.
[9] §80
[10] Los ceremoniales para los obispos tiene como su origen los “Ordines Romanorum” que explicaba la liturgia en roma. Su primera edición representa la práctica de los Papas y obispos en Roma desde el tiempo de Gregorio Magno (+604).
[11] Parece que la decisión de omitir la oración, Veni Sanctificator, sucedió después la decisión inicial de la reforma de usar solo una plegaria Eucarística que ahora es la tercera plegaria. En esta plegaria se menciona el Espíritu Santo. Cuando decidieron de no suprimir el antiguo Canon Romano (que no le menciona), se olvidaron de re-inserir la oración en el ofertorio.

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