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El domingo: el Día del Señor


El domingo: el Día del Señor
“No podemos vivir sin la Cena del Señor, el domingo”
Santos Dativo y Saturnino, mártires

En el Martirologio Romano nos encontramos con esta monición para el día 12 de febrero.
En Cartago, ciudad de África, conmemoración de los santos mártires de Abitinia (en Túnez), que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano, por haberse reunido para celebrar la eucaristía dominical en contra de lo establecido por la autoridad, fueron apresados por los magistrados de la colonia y los soldados de guardia. Conducidos a Cartago e interrogados por el procónsul Anulino, a pesar de los tormentos confesaron su fe cristiana y la imposibilidad de renunciar a la celebración del sacrificio del Señor, derramando su sangre en lugares y momentos distintos (304)

Esto ejemplo de los anales de la historia cristiana, muestra la importancia que tenía el domingo como día del Señor, y día particular de la celebración eucarística. En los escritos apócrifos sobre sus vidas, la Iglesia pone como sus palabras propias “No podemos vivir sin la Cena del Señor el domingo.”

No es sorpresa entonces que el Concilio Vaticano II, hable de la importancia del domingo. El documento, Sacrosánctum Concílium 106, invita a la Iglesia a meditar y poner en práctica lo que es el domingo para la Iglesia.
La Iglesia, por una tradición apostólica, que trae su origen del mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón "día del Señor" o domingo.
En este día los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la Pasión, la Resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los «hizo renacer a la viva esperanza por la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1 Pe, 1,3).
Por esto el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo.
No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean de veras de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.
Atrás de estas afirmaciones de la parte del Concilio Vaticano II, hay una verdad tanto histórica como teológica. La iglesia no tenía desde su principio una idea bien articulada del año litúrgico – es decir fiestas dispersadas durante el año según fechas o semanas. Sin duda, tenía fiestas judías que la iglesia siguió durante el periodo de los apóstoles, pero no un año cristiano. Los primeros cristianos no se separaron tan rápidamente de sus raíces judaicas. Para los paganos eran considerados como una secta de los judíos. Los cristianos tenían sus diferencias, pero la diferencia específica más notable era su celebración de la cena del Señor en su día. Hay que recordar que para el mundo judío, el sábado era el día principal de la semana. Para los Cristianos era el día siguiente, el “primer día de la semana” y el día octavo. La celebración cristiana es la observancia del día del Señor. Mientras para todos los judíos, era día de volver a trabajar (un especie de lunes hoy en día) los cristianos celebraban los sagrados misterios separadamente de todo el culto judaico.
Es notable que los cristianos celebraran la fiesta de la resurrección no el viernes por ejemplo. Todos sufren, todos mueren solo Jesucristo, el Señor resucitó como resucitarán todos sus discípulos, bautizados en el agua y el Espíritu.
Claro, para resucitar, es menester morir. Entonces, la celebración de la resurrección es una celebración de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, es decir, el Misterio Pascual. De hecho, anualmente la iglesia llegó a celebrar este misterio en el “triduo pascual” los tres días antes de la celebración de la pascua, pero en su mente desde el principio era la celebración semanal de esta fiesta en el domingo. Con los judíos celebraban la pascua, solo los cristianos celebraban la resurrección. Los judíos celebraban el Sabbat (sábado) los cristianos el día del Señor (domingo). El domingo no es la celebración de la Pascua; mejor dicho la Pascua es la fiesta del Domingo. Domingo es la fiesta de todas las fiestas; la auténtica celebración de la pascua. La pascua es una celebración de un momento histórico que los cristianos celebran todas las semanas desde su iniciación en el mundo con Pentecostés.
Otra diferencia especifica en el festejo cristiano. Al contrario de los judíos, el día de los cristianos no es un día de descanso – es día de liturgia.

La Palabra en griego, liturgia, significa trabajo público en nombre de todos. Era el momento de vigilar, cantando los salmos en espera del amanecer del sol de justicia, el Señor.
La declaración del Vaticano II, Sacrosanctum Concilium es fruto de la iniciativa del Papa, San Pio X. Después años de decadencia San Pio X, mandó la liberación de domingo de las celebraciones de fiestas. Es decir, que finalmente se celebró la resurrección de nuevo en el día del Señor.
Primeros testimonios de la celebración del domingo
En la sagrada escritura, es notable que los discípulos de Jesús, se reunieran el primer día de la semana, es decir el primer día después del sábado. Es evidente que los primeros cristianos empezaban el día del Señor con la puesta del sol el día anterior según la costumbre antigua. Se reunieron para “partir el pan” un eufemismo para la santa misa.
El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche.[1]
Y no solamente celebraban los sagrados misterios. Lejos de ser un día de descanso, era el día de limosna.
En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galicia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas.[2]
Fuera de la Sagrada Escritura, se encuentra la expresión día del Señor. La Didaché, un documento cristiano de los tiempos apostólicos, usa la expresión, día del Señor, como día de la Eucaristía.

Cuando os reuniereis en el domingo del Señor, partid el pan, y para que el sacrificio sea puro…[3]

En la Didascalia Apostolorum (s. 3), habla también de la liturgia de la palabra con la eucaristía.
…pero en el día del Señor, dejarlo todo y correr con entusiasmo a su Iglesia, la cual es su gloria. De lo contrario, ¿qué excusa tiene que delante de Dios que no montar en el día del Señor para escuchar la palabra de vida y ser nutrirse por el divino alimento que permanece para siempre?[4]
Acá también se nota que el Domingo es un día de dejar ocupaciones temporales para las celestiales. En lugar de dejar las cosas de lado con corazón triste, levantemos con alegría, gozosos de servir al Señor. . “Este es el día que ha hecho el Señor; regocijémonos y alegrémonos en él.”[5]

Además, podemos recurrir a los paganos de la época para ver como los cristianos eran conocidos como la religión del primer día de la semana, es decir, domingo.
Todos estaban convencidos de que lo único que habían hecho mal en el pasado había sido reunirse en un día concreto de la semana, antes de que saliese el sol, para cantar himnos a Cristo, como a un dios…[6]



Celebración de Tiempo
Desde el principio de la historia de la salvación, vemos la importancia de la santificación del tiempo. No es excepción cuando hablamos del primer día de la semana. Desde el narrativo del Génesis, Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día, hasta el prólogo de la carta a los Hebreos se encuentra la importancia de tiempo como medio de la Historia de la Salvación.

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.[7]

El inicio de la historia de la salvación hablamos de los días, cuando llegamos a Cristo hablamos de la plenitud de los tiempos. Esta visión cristocéntrica afirma el Beato Juan Pablo II en su encíclica sobre la importancia del domingo.
…no sólo emerge (Jesús) de manera absolutamente singular en la historia de los hombres, sino que está en el centro del misterio del tiempo. En efecto, —como recuerda, en la sugestiva liturgia de la noche de Pascua, el rito de preparación del cirio pascual—, de Cristo « es el tiempo y la eternidad ». Por esto, conmemorando no sólo una vez al año, sino cada domingo, el día de la resurrección de Cristo, la Iglesia indica a cada generación lo que constituye el eje central de la historia, con el cual se relacionan el misterio del principio y el del destino final del mundo.[8]
Así, Jesús es nuestro día octavo, el Señor de Tiempo. La liturgia del domingo mira a Jesucristo, su día y por este motivo, es una ventana mirando al cielo. Celebrando Jesucristo, domingo es – como la liturgia misma – es una celebración del misterio pascual.

Nuestro Desafío

Al largo de los tiempos, lo que era la fiesta principal cambio de ser secundaria a las fiestas de santos. Hasta Pio X, raramente celebraban la misa de domingo en los domingos. Como preferencia se fue a las fiestas (memorias). Con la reforma de Pio X, los domingos retornaron a usar ornamentos“verdes”. El cambio no era popular pero cuando llegó el Concilio Vaticano II, la idea que domingo significaba que la fiesta era ya aceptada.
Sin embargo, ahora ya 50 años después el Concilio, vuelve con mucha insistencia la preferencia para las fiestas contra el espíritu litúrgico. Como antes era prohibida la celebración de la conmemoración de los fieles difuntos el domingo, ahora es casi la norma que suplanta el domingo. Como antes tenían fiestas para casi cada domingo del mes, ahora tenemos muchas fiestas trasladadas – especialmente las de precepto – al domingo como Ascensión, Corpus Cristi, etc.
Escuchando al Concilio Vaticano II se necesita coraje. Pero si se anima, hay que puntuarse con unos alineamientos.
· - El Domingo se celebra en un lugar. Este lugar es la parroquia, justamente llamada en varios lugares “la Matriz”.
· - No hay necesidad de multiplicar las misas en una zona.
· - Para una celebración tan importante, hay que dedicar tiempo y esmero en su preparación. Las lecturas, las ceremonias, la música, el adorno del templo son aspectos de alta importancia así el domingo salga como el más destacado momento de la semana.
· - Hay que hacer un acto hermoso que manifieste la belleza de un Dios Trino y el Misterio Pascual que culmina en la resurrección.
· - El domingo no es más que una celebración eucarística, sino un día entero de celebración. El canto de los salmos especialmente de Laudes y Vísperas, la comida “ágape” es a la vez tan importante para la vida social de la Iglesia.


[1] Hechos 20:7
[2] 1Co 16:1-2
[3] Didaché: 14:1
[4] Didascalia Apostolorum
[5] Sal 117:24
[6] Plinio el Joven a Trajano, 96
[7] Hebreos 1:1-4
[8] Dies Domini 2

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